Una parte fundamental del ciclo de la vida es burlarnos de las costumbres de la generación de relevo y el caso más obvio es con la música. Somos adolescentes y un amigo forma una banda de género nuevo. Nos sentimos parte de una movida. No es música, es un estilo de vida. Nuestro padre dice que es una mierda. Mientras más lo dice más nos gusta. Seguimos creciendo, idolatramos las bandas con que crecimos, le damos la espalda a todo lo demás. Tenemos hijos, le intentamos inculcar nuestros gustos musicales, les decimos que todo lo demás es una mierda. Un amigo de nuestro hijo forma una banda de un género nuevo y empieza el ciclo de nuevo. Esto pasa con muchos aspectos de la vida. La pandemia rompió uno de los ciclos más importantes: el de la salud mental.

La generación más joven, la de cristal, sí entendió que este tema es importante, que ir al psicólogo no es cosa de locos, que ciertas costumbres afectan nuestro ser, que a veces es mejor salirse de una relación y sobre todo que tener un hijo no arregla un matrimonio roto. Obviamente tienen muchas cosas malas, pero entendieron la más importante. En cambio las generaciones anteriores los criticaron y los señalaron. Hasta que llegó la pandemia. El confinamiento no nos rompió, ya estábamos, solo nos mostró la realidad. Pero como tildamos al psicólogo como un loquero, no teníamos herramientas para sanar, calmar y mucho menos para convivir. Mientras el coronavirus hacía de lo suyo, nosotros entre patadas de ahogados buscamos ayuda para en una hora a la semana sanar una carga de más de 30 años. 

Mucha gente en medio del caos encontró refugió en la cocina. Yo fui uno. Desde siempre los fogones han sido mi lugar de paz. Mientras más roto estoy, más cocino. Con los años he analizado el porqué me calma. No es solo la comida, porque aunque muchas veces las cosas se queman, uno avanza. 

La victoria de los pequeños pasos: Muchas veces uno está ahogado, se siente inutil, no avanza… Una marea que te consume, no hay faro que te lleve a tierra. Entrar a la cocina, cocinar un plato de confianza y ver el resultado da seguridad. Que tu plato favorito sea un faro de luz en el mar de la inseguridad. Empieza con algo que conozcas y manejes, que tu primer plato no sea un lomito wellington.

El fogón, la música y tú: Uno de mis problemas es que yo bebo de manera veloz.. Sin darme cuenta tomé el licor más rápido que la mayoría de las personas de la mesa. Cuando cocino no tocó la copa. Ando en otra. Con los años he creado un escudo en la cocina. Es una desconexión total. Solo quiero cocinar. Por esto me cuesta tanto grabar recetas, es mi momento y lo disfruto.

Lo pequeño empieza a crecer: Ya diste el primer paso. Supongamos que hiciste un simple sándwich de queso, un grilled cheese. Estás en tu zona de confianza y te queda rico. Lo disfrutas. Pero a la 3ra noche quieres cambiar. Ajo. Un grilled cheese con pan de ajo. La 4ta noche sientes que el sándwich está solo, le falta una sopa de auyama. No tienes. Te quitas la pijama y vas al super. Mientras disfrutas de tu sopa caes en cuenta que tenías días sin salir.  Sin darte cuenta te quitaste la pijama y avanzaste, los pequeños pasos te empiezan ayudar. 

Hay muchas cosas que tenemos que robarnos de la cocina: la cocina es un oficio y como tal tiene formas de trabajar. Uno sin darse cuenta pasa mucho tiempo influenciado por estas prácticas. Poco a poco salen de la cocina y se van adaptando a nuestro día a día. Cultivar la paciencia, el orden, la disciplina, la repetición para mejorar una técnica, la organización de los tiempos, entender los procesos, etc…Muchas veces esto es lo que uno necesita para salir de un hueco. 

Darse un espacio para encontrarse: Muchas veces uno se olvida de lo que es. Reencontrarse con sus raíces siempre ayuda. Un arepa, una sopaipilla, un hotdog,… cualquier plato, por más simple que sea,  puede darte esa patada positiva que necesitas. Disfrutar los sabores de uno, viajar a casa, dar un paso para salir de las sombras. No comas parado en la cocina, pon la mesa, saca los platos bonitos, pon música,… no es solo la comida caliente, sino la atmósfera.

La tristeza es un imán hacia la desconexión. Te aleja de tu gente, de tu rutina, del goce,… te atrapa en la cama y en una soledad constante. Yo creo que uno no puede huir de las emociones negativas, ellas siempre van a estar allí y podemos aprender y crecer mucho gracias a estas. Hay que entenderlas y controlarlas. Siempre van a estar. Mucha gente te vende el “uno decide ser feliz» y sí, en parte es verdad. Porque con el tiempo y con las herramientas uno puede controlar que tanto te afectan estas sensaciones. Pero no es que desaparecen. 

Por otro lado, si la tristeza es constante. Si sientes que no puedes más, la cosa pasó a palabras mayores.  La depresión no es un estado de ánimo, es un trastorno y se tiene que tratar, no lo puedes tomar a la ligera. Abajo de este post dejo el contacto de varios psicólogos con los que te puedes tratar y mi correo por si quieres hablar pendejadas. 

Si la vida te tiene en un hueco, llora lo que tengas que llorar y luego te paras para preparar un grilled cheese. Que el sándwich quesudo sea un paso para sentirte mejor, quitarte de la cama y poner tu vida en orden .

Psicólogos:
Isa Sabatini
Josefa Novoa
Alejandra Uzcategui

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