La comida confortable, o comfort food, es ese plato que nos da seguridad, que nos hace viajar. Es un recuerdo de nuestra niñez, familia, casa… No es una receta, es un abrazo, un momento seguro, es esa mano que te saca del caos y te hace sonreír. Algunos solo tienen un solo plato con este poder, pero la mayoría tiene varios. Cada uno puede tener su plato o estos pueden ser colectivos, sean de una familia, de una ciudad, estado o país. Cada preparación tiene un efecto único en cada persona, pero como grupo todos nos podemos arropar en una receta.
Me gustaría decir que hay un error que cometen los jóvenes cuando están en una relación, pero es una equivocación totalmente transversal a todas las edades. Muchas veces pareciera que nos olvidamos de nuestra esencia y adoptamos la de nuestra pareja. Tomamos sus actividades, costumbres, familias, hasta la comfort food,… y las hacemos nuestras. Algunos piensan que para ser una buena pareja hay que adaptarse a todos los gustos del otro. No hay nada más aburrido, monótono, y por ende peligroso, que esto. Yo sí quiero una chica que me rete, que me haga salir de mi zona de confort, que me enseñe cosas nuevas, que me comparta su plato de comida que la hace sentir segura, no una que solo quiera recorrer mi camino. Pero también quiero que respete lo que es mío, que me de mi espacio.
Para mi las relaciones tienen que tener tres caras. La de ella, la mía y la nuestra. Cada área tiene que existir, estar y algunas veces mezclarse. Hay que ser maduros y entender que algunas veces no nos provoca hacer ciertas cosas, pero las hacemos igual. Algunas veces por obligación, otras porque vemos feliz a la persona que queremos y porque sabemos que ella hará lo mismo por nosotros. Hay momentos para todo. Si yo tengo un hobbie quiero que mi pareja se interese, que par de veces me acompañe, pero no que se apodere de él. Para mí, así tienen que ser las relaciones.
Uno no puede olvidar lo que es, muchos menos para complacer a otra persona. En las relaciones, cualquiera que sea, tiene que haber espacio para que vivan estás tres caras. Hay que tener tres platos, el que la hace sonreír a ella, el que me hace feliz a mí y el que es solo nuestro.