Somos esponjas. Vamos por allí absorbiendo todo lo que vemos o escuchamos. Aunque odies a Bad Bunny y nunca hayas puesto una de sus canciones, seguro puedes cantar 3 coros. No eres una esponjita, eres una esponjota, todas esas canciones las hemos aprendido de forma inconsciente, imagina todo lo que absorbemos al estar sentados y atentos frente a una pantalla.
Se dice que el cine es una de las mayores herramientas de difusión, hay un estudio que refleja el impacto y relación entre el cine y la sociedad. Es muy divertido porque incluye a Zombies y Vampiros. Se muestra que cuando el presidente electo es demócrata (liberal) se producen más películas de vampiros, ya que el pueblo le tiene miedo al conde millonario que acabará con la sociedad. Mientras que si el presidente es republicano (conservador) se producen más películas de zombies, da más miedo la masa sin cerebro que va acabando con todo. Nuestros miedos, acciones, pensamientos, gustos… están fuertemente relacionados al cine. Obviamente también pasa con la gastronomía.
Las películas nos han abierto un menú realmente extenso. Nos han enseñado platos de otros países, rituales gastronómicos, tendencias, asociaciones culturales y más. Por un tema práctico el cine enseña los lugares comunes. No lo hacen por mal. Los lugares comunes son territorio seguro. Cuando ves un plano donde sirven un ramen, el espectador ya se hace una idea de donde está el protagonista. Gracias al lugar común asocian un elemento a toda una cultura. Si el elemento no es importante para la película, no pueden detenerse a explicar todo. Lo malo es que esto crea sesgos cognitivos. Si se hace una encuesta sobre el estilo de vida de ciertos países, lo más seguro es que la mayoría de las personas responda que toda Venezuela es una selva y que en el medio oriente no hay edificios modernos. Porque el único contacto que han tenido con estos países es a través de la gran pantalla. Pasa lo mismo con las cocinas del mundo. Si solo nos quedamos con lo que vemos en las películas entonces tendremos una visión muy limitada. Italia es más que pizza y pasta; Francia es más que croissant y chef malhumorados; México es más que tacos y tequila.
Pero esto también se hace al revés, en el marketing hay una estrategia llamada Product Placement (posicionamiento de producto) y es tan simple como su nombre. No es casualidad que James Bond utilice esos carros, que Forrest Gump corra con esos zapatos y que desde hace unos años todos los personajes cool de películas y series usen productos Apple. Al tener un personaje muy bien definido con un producto al lado, automáticamente uno le suma características y cualidades del personaje al producto. Sin decir ni hacer nada. Solo por usarlo.
¿Funciona? sí y mucho. No solo le da una imagen e identidad al producto, sino que se ve reflejado en ventas. Se dice que luego del estreno de E.T. las ventas de chocolates Reeses’s subsubieron en un 60% y cuando un hispano se volvió viral por un video en su patineta, tomando jugo de arándanos y escuchando Fleetwood Mac, la compañía de jugos quintuplicó sus ventas y la banda subió al top en Spotify. Aunque es una buena herramienta de mercadeo esto puede ser contraproducente. Es normal ver que la mayoría de los personajes de películas y series no usan jarras de agua, a menos que sean de estratos bajos. En sus neveras siempre vemos botellas individuales de agua. Mientras el mundo real busca reducir el consumo de plástico, todos los días vemos en la pantalla esta conducta. Otro punto fatal es el consumo de cigarro y azúcar. En la mayoría de las películas se ven latas o máquinas de refresco. Los personajes con actitud siempre fuman o luego de un momento importante provoca un cigarro. Hay una película muy buena que refleja este caso: “Gracias por fumar”.
El cine nos encanta, nos hace viajar, nos hace sentir acompañados y nos muestra otras realidades, depende de nosotros filtrar las cosas que en verdad nos sumen. Les dejo una película que vi hace poco que suma muchísimo en la cultura del ramen.
Texto editado por Keilyn
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